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No pasa nada

plaza iluminada de noche

No pasa nada, le decís mientras se roban un par de chicles la primera vez. No pasa nada, decís mientras se llevan una gaseosa y unas papas. Total no pasa nada, mientras apunta con un arma al kioskero y vos vaciás la caja registradora. No pasa nada.

Es muy fácil dejarse llevar. ¿Por qué no somos todos criminales? Somos todos medianamente decentes, quiero creer, pero no es la única razón.

Seguís las reglas porque se sabe que la cárcel no es un lindo lugar. No querés escuchar el tañir de metal contra metal haciendo eco en el cemento al lado de tu cama, y los pasos de un tipo que gira la llave y te deja solo con tus pensamientos y el ruido de la fluorescente. Lo que querés es disfrutar de la belleza de una plaza de pueblo vacía de gente, a la madrugada. Me explico.

Quizá es una maña de un tipo que se considera artista, pero siempre me gustó pensar que la vida es linda cuando es linda, literalmente. Que nos podemos sentir muy bien con la rutina si podemos tomarnos momentos para apreciar la estética del mundo. Y como es mi objetivo, a veces en las charlas de las 3 de la mañana con amigos, se los cuento.

El tema es que para apreciar esta imagen, hay que salir de la cama, cambiarse, abrigarse y caminar en el frío. No te digo que no me guste—adoro el golpe de viento que te pone roja la cara y te despierta. El problema es llegar a ese punto, negociar con la cama.

Es increíble porque no se discute con los horarios que te imponen desde afuera. Los negocios abren a tal hora, la consulta con el médico a tal hora, el colectivo a tal hora. Y la consecuencia es muy real, así que salís de la cama con tiempo. Pero no me pasa lo mismo al construir mis propias reglas.

¿No te sentís un impostor de vez en cuando? Todos exageramos alguna vez. En alguna reunión, cuando nos preguntaron qué nos gustaba hacer, qué proyecto teníamos en el corto plazo, y decimos tal y tal cosa, un deseo lejano. Con firmeza como si tuviéramos todo listo y llevando el progreso en la agenda—cuando es solo un deseo. O capaz me pasa a mí nada más.

Después llegás a tu casa y suena el chillido de plástico contra madera, se enciende una luz en pantalla LED. Ponés el dedo en el sensor para desbloquear y deslizás hacia arriba, viendo gatitos, culos, memes. Minutos que son horas, negociando con la cama. Tu sueño está preso, y tu descanso también.

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