Estaba ordenando archivos en “mi nube personal” y la web me presentó una página de resumen con algunas fotos de hace un tiempo. Me llamó la atención el peinado en una de estas, muy diferente al que tengo en este momento. Así que me puse a recordar diferentes estadíos estéticos, soprendido de que reflejaban cambios en mi rutina y mis emociones. Así que pensé, ¿por qué no escribirlo como un pseudo-artículo científico?
Palabras clave: peinados, estética, identidad, personalidad.
Introducción
Mark Williams y Danny Penman describen en su libro sobre Mindfulness que existe una contribución circular entre el estado mental y el cuerpo, que podemos percibir como un círculo vicioso o virtuoso dependiendo de la emoción involucrada. Esto quiere decir que no solo el estado de ánimo puede dictar (por ejemplo) la postura y nuestro andar, sino que hacer un esfuerzo consciente para modificar la postura nos incita a cambiar el estado de ánimo.
En este artículo planteo el estudio de mis peinados como un reflejo de mi mente y su situación interna. A lo largo del texto, examino diversos aspectos relacionados con el significado dentro de cada contexto temporal. Y principalmente me dedico a recordar mi pasado, que es lo más lindo.
Metodología
Para llevar a cabo este estudio, mi rango de trabajo se limitó al conjunto de fotos que cumplían los requisitos para el análisis. Se trata de fotos que tenía a mano fácilmente en mi computadora, que tenían una resolución aceptable para publicar, y que fueran sencillas de encontrar—puesto que tengo 11965 fotos guardadas, según el explorador—ya que el objetivo principal era escribir un artículo en lugar de realizar análisis de datos en mi álbum de fotos.
Esto quiere decir que las fotos elegibles comienzan en la época donde tenía simultáneamente acceso a internet e interés por organizar mis propios archivos, es decir alrededor de los 13 años. Esto probablemente es una buena idea, pues a fin de cuentas la personalidad cuando somos pequeños está muy poco desarrollada y sujeta a las decisiones de nuestros padres—tal como los cortes de pelo. Por otro lado, solo tengo acceso a las fotos que corresponden generalmente con algún evento especial, ya que no solemos llenar el disco duro con copias diarias de la misma foto de rutina. Así que las conclusiones son razonablemente confiables, pero no representan el promedio de mi peinado o personalidad, sino puntos extremos.
Discusión
Primeros años

La primera imagen cronológicamente hablando es esta, de cuando entré a un quirófano por primera (y única) vez. La cofia oculta totalmente el pelo, y tengo un protector descartable en el resto del cuerpo. Esto corresponde con las observaciones sobre mi personalidad de aquel momento, que discutimos con mi psicóloga unos diez años después.
Lo que me decía ella es que alrededor de esa edad se produce el desarrollo principal tanto del cuerpo como de las emociones, y el hecho de operarme le puso un freno a ambos. Aprendí a contenerme completamente y huir ante los enfrentamientos, protegido dentro de mi burbuja interior al igual que mi cabello en la foto. Cierto, es un dato sesgado porque no lucía así todo el tiempo, pero es una situación que resume lo que sentía en esos años así que doy el dato como válido. Como decía mi profesor de estadística, no siempre los que se alejan del promedio deben rechazarse—a veces representan muy bien la muestra.

Continuando en el tiempo, tenemos esta imagen de unos años más tarde, ya completamente recuperado y en plena etapa de rebeldía. La psicóloga me comentaba que si antes había contenido la creciente de emociones construyendo una represa en medio del río, ahora había tanta presión de agua que el más mínimo estímulo hacía explotar la barrera y salían emociones disparadas en todas las direcciones.
Ese es efectivamente el caso con mi peinado, como se puede ver en la foto. El cabello está descuidado y se adivinan bordes agresivos y desparejos. Si mi madre no hubiera puesto el grito en el cielo ante la idea, también habría imitado a la naturaleza teñido de colores de alerta como el rojo o amarillo intenso.
Recuerdo estar estudiando fuertemente para las olimpíadas de química, en simultáneo fascinado por la ciencia y asqueado por las religiones en general. Sufría bastante del Dunning-Krüger—solo había estudiado un par de capítulos del excelente libro de Atkins para el examen, y ya me creía listo para desmentir cualquier opinión sobre el universo (diferente de la mía, claro). Por la expresión creo que intentaba lograr una thirst trap en la foto, pero parece que se transmitió mejor la explosión de la represa.
Terminando la escuela

Esta no fue la primera foto que apareció sugerida en la plataforma, pero cuando pensé en cortes de pelo, me vino a la mente inmediatamente después. Lo llamo “los Beatles de la Salada“.
Todos tenemos esos recuerdos que primero parecen normales, más adelante nos avergüenzan hasta lo más profundo de nuestro ser, y finalmente se convierten en las mejores anécdotas. En mi caso no puede faltar la época en que desterré al peine.
Sospecho que era otra fase más de la rebeldía, porque mi mamá estaba mucho menos que conforme con el peinado (esta foto se tomó en un casamiento). También podría ser un símbolo de que me estaba dejando estar, porque invertía el tiempo en cosas más interesantes como química, música o videojuegos. Lo más divertido es imaginar este mismo lío capilar en todas las situaciones—reunión familiar, salida a bailar, examen oral. Me intriga particularmente qué tan difícil habrá sido colocarse el gorrito de natación a diario para entrenar, porque genuinamente no recuerdo la sensación.
En cualquier caso, el peinado nuevamente era un reflejo de mi personalidad. No estaba tomando decisiones conscientes, sino que vivía como si tejiera al crochet, añadiendo puntos en el hilo. Se supone que una vez que comenzás a ir a la escuela, tenés que continuar nivel por nivel. Si estás haciendo ejercicio, tenés que seguir entrenando. Si tenés un grupo de amigos relativamente fijo, te reunís periódicamente. Una serie de pasos que la mayoría de la gente sigue naturalmente, al igual que con mi cabello—lo dejé crecer.

Eso duró un tiempo, que fue hasta que se completaron repentinamente todos los ciclos. Llegué a mi último año de escuela, terminé de estudiar inglés, me recibí del instituto de música, el doctor ya no me obligaba a nadar para recuperarme de la cirugía. De repente se había terminado el hilo, y se me abrían opciones.
No me esmeré demasiado, sino que seguí más o menos en la misma línea de razonamiento. Por ejemplo, al terminar la escuela generalmente vas a la universidad, así que cabía la pregunta de qué estudiar. Como me había ido muy bien en olimpíadas de química supuse que sería más simple si elegía algo del estilo, así que hice eso. No tenía más clases de música formalmente pero seguí entrenando a diario con la guitarra—y por costumbre continué yendo a nadar.
Sin embargo, ya no estaba todo tan claro. Ahora tenía libertad de elegir, que es más complicado que tejer al crochet. Reflexionando advierto que las decisiones que tomé fueron solo para no tener que pensar qué hacer—como cuando no querés peinarte y te subís la capucha. En retrospectiva, quizá habría elegido una carrera diferente, más compleja al principio pero más alineada con mis verdaderos intereses. Aunque haber elegido química me dio muchas habilidades que valoro, así que no estoy arrepentido de lo que viví.
Estudiante universitario

La universidad trajo muchos cambios, y el más grande fue el ojo femenino. Para sacarle una sonrisa a mi novia tuve que levantar mi nivel de vida, tanto a nivel de mis hábitos como de las habilidades de comunicación y respeto por el otro. Esto hizo que gane confianza en mí mismo, me corte el pelo y me cuide la barba.
Bajo una lógica similar, una carrera en ciencias exactas requiere orden y consistencia. Para poder cumplir con todas las tareas me organicé como nunca antes, seguramente es el período de la vida donde más controlada tenía mi agenda. Me ponía irritable cuando algo se desviaba del calendario, igual que cuando el bigote se pasaba de los 8 mm. Cada dos o tres semanas recuerdo que volvía a rebajarlo, a unos cómodos 5 mm.

La relación duró hasta que terminé de cursar mis últimas materias, justo antes de comenzar a escribir la tesina para graduarme. Me separé tanto de mi rutina como del amor—y me tocó enfrentar el mundo real.
Una vez más tenía que elegir qué quería de mi vida—pero ya sin inercia, porque era oficialmente AdultoTM. Así que comencé a buscar trabajo e intentar nuevas actividades para conocer gente. En otras palabras, arranqué desde cero, como así también Fabi peinado se fue para darle la bienvenida a Fabi pelado. En su momento lo intenté porque tenía la maquinita, y era el único estilo que podría salir decente cortándome solo frente al espejo sin saber de peluquería. Como al final me gustó, lo mantuve por un tiempo.
Esta foto específicamente es de un evento al que nunca habría ido de no haberse interrumpido la rutina. Era la definición de aleatorio—te cuento la cadena de ideas. Me había anotado para ser tutor de estudiantes de intercambio. Un amigo que también era tutor me presentó una chica de España. Esta chica me comentó que tenía por costumbre visitar todos los cafés de cada ciudad donde vivía, y elegir el mejor. Seguí por Instagram la página de su café preferido y me enteré de un evento de música en vivo. Fui a chusmear y me senté al lado de una señora que estaba sola. Hablamos durante todo el evento como viejos amigos, y me tomó la foto para recordarlo.
La vida de hoy

Al final el mundo no se terminó, sino que pude hacer amigos nuevos y encontré un equilibrio viviendo solo, manteniendo al menos los gastos esenciales con mi propio sueldo. Volví a tener un peinado medianamente decente.
Esta foto es de hace un año, en mi cumpleaños. Igual que el flequillo, ya no me esfuerzo por mantener todo bajo control, sino que trazo los rasgos gruesos y que del resto se encargue el universo. Viene bien un poco de azar para darle sabor a la vida—algún arranque de lluvia o de viento que te alborota el pelo, para bien o para mal de tu peinado.
Conclusión
ChatGPT dice que los peinados son más que una cuestión estética, un reflejo complejo de las sociedades y los tiempos. Según mi análisis riguroso, compruebo que algo de razón tiene. Pero mirando el artículo, no me gustaba que la conclusión tuviera solamente un párrafo así de cortito. Así que termino con esta cita de Gimli de El Señor de los Anillos: “¡Nadie arroja a un enano!“