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Bala perdida

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objetivo en un rango de tiro

Bajo los brazos y relajo los hombros, inspirando una combinación de metal y cemento húmedo. Apoyo bien los pies, y escucho el chillido de la suela sobre el piso levemente a través de los protectores auditivos. Envuelvo la pistola con una mano, y quito el seguro. El afiche me devuelve la mirada a unos metros, repleto de pequeños agujeros.

Cierro un ojo para apuntar, estiro los brazos, suelto todo el aire y ¡disparo! Miro al blanco, pero no logro distinguir dónde le di. Me preparo nuevamente, pies firmes, brazos paralelos, y ¡disparo! ¡disparo!, aguardo un segundo, ¡disparo! Bajo los brazos, analizo la figura dibujada en el papel, pero sigue teniendo la misma cantidad de agujeros. Dejo la pistola en la baranda y miro a mi alrededor—estoy solo. En el piso no hay un solo casquillo, como si no hubiera disparado.

A mi derecha hay una caja empotrada en la pared con dos botones de plástico. Aprieto el verde y escucho el zumbido eléctrico del brazo que sostiene al objetivo, que se acerca lentamente hacia mí. Busco un momento en la mochila, en el piso, y despliego otro afiche nuevo. A ver si puedo distinguir mejor dónde estoy disparando. Coloco el nuevo, guardo el usado en la mochila y le doy al botón rojo para que vuelva, ruidoso, a su posición.

Tomo la pistola, apunto, ¡disparo! ¡disparo! Hago silencio esperando el rebote cristalino de los cartuchos, pero no hay caso. El papel me devuelve la mirada completamente intacto. Dejo el arma una vez más en la ventana, y me hago caricias en la barba mirando a la nada.

Qué raro, vuelvo a rebuscar en la mochila. Vamos a probar esto, a ver qué tal. Saco un cargador nuevo y lo intercambio por el actual, que tiro adentro junto con el objetivo viejo. ¡Disparo! ¡Clink! Eso es, pero cuando miro el papel, sigue intacto. Me aseguro que allí está el casquillo, ahora sí lo escuché caer, pero no apunté tan mal como para ni siquiera haberle dado al afiche. Me preparo concentrado una vez más—manos firmes, brazos paralelos, suelto todo el aire, ¡disparo! ¡clink clink! Pero no hay agujeros.

Aplasto el botón verde con la culata, y el afiche se acerca nuevamente con su chillido electrónico. Se detiene con un resoplido, y apoyo el cañón directamente sobre el papel. ¡Disparo! ¡clink!, esto no puede ser, porque el papel sigue estando liso, sin rastros de una perforación. Dejo caer los brazos en contemplación.

Y entiendo, ya sé qué es lo que está pasando. La semana pasada no estuve acá en este lugar, estaba en el piso de arriba. Me saco los auriculares y los dejo junto con la pistola en la baranda. Toco el bolsillo donde están mis llaves, y camino al final de la habitación, saliendo a un pasillo largo con piso de granito. Cierro la puerta, que tiene un número 38 grabado en bronce sobre la madera.

Paso al lado de varias otras puertas numeradas de forma consecutiva, y al final del pasillo ingreso al ascensor para ir a planta baja. Espero pacientemente hasta que se detiene, suena la campanita, y salgo a un lobby enorme lleno de casilleros metálicos en largas hileras, como una biblioteca de pertenencias personales. Camino un rato hasta ubicar el mío, y saco la llave del bolsillo. Giro en la cerradura y descubro el interior del casillero, que tiene una sola cosa.

Es una pizarra negra con una tiza, con un número escrito en color blanco en el centro—cuarenta y ocho. Me parecía que la semana pasada estuve en el piso de arriba, qué tarado. Borro con el costado de la mano y escribo, ahora sí, el treinta y ocho. Dejo la pizarra en el casillero, cierro con llave y trazo el camino de vuelta al ascensor, caminando ansioso. Suena la campanita en el piso tres, se abren las puertas y corro por el pasillo hasta la 38. A ver ahora.

Como un toro acelero hasta el polígono y freno torpemente en el piso de cemento. Agarro la pistola, la apoyo sobre el papel del objetivo, que sigue a pocos centímetros de la ventana de cemento. Inspiro hondo y aprieto los dedos alrededor de la pistola. ¡DISPARO!—auch, no me puse los auriculares.

Retiro lentamente el cañón, y sonrío al ver la pared opuesta del polígono a través del pequeño hueco en el afiche.

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