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Año más tarde

Atardecer en la plaza, donde un farol amarillo brilla exactamente en el lugar donde estaría el sol

Mi papá siempre dice que los minutos justo después del atardecer son el mejor momento para sacar fotos, porque todavía hay suficiente claridad para iluminar parejo, pero no está el sol generando contraste. No hay luces brillantes coexistiendo con sombras oscuras, obligándote a decidir un compromiso al hacer el encuadre. Y para mí, la semana de las fiestas cumple precisamente ese rol. Te deja hacer una foto neutra.

Hace exactamente un año me había sentado a hacer esto mismo, reflexionar por escrito, durante las fiestas. Recuerdo que estaba un poco desilusionado con la dirección que estaba tomando la vida, así que quería descubrir algo que me gustara más, volver mi vida un poco más romántica. A pesar de haber pasado bastante tiempo, ahora mismo se siente como un déja vu.

Mucho ha cambiado. Me volví a mi provincia, mi trabajo es ahora remoto y en otro rubro, tengo a mi grupo de amigos mucho más cerca. Por primera vez me gustó tanto un deporte que me compré mi primer conjunto de “ropa fan” y pagué una suscripción a un servicio de streaming para no tener que sufrir buscando las carreras en los mares libres. Me armé una PC gamer, aunque no compré ningún juego—para algunas batallas, Jack Sparrow me sigue asesorando. También fui a mi primer recital en un estadio de fútbol, vi a varios comediantes de standup que solo conocía de mi feed en Instagram, y seguramente lo convierta en una costumbre. Curiosamente estar publicando aquí mismo también es un cambio, porque hace un año no tenía mi propia web.

Varias cosas quedaron atrás. Cuando vivía solo estaba explorando mi habilidad como cocinero, y había comprado una piedra de afilar para mantener en buen estado mis cuchillos. Volver a casa me convirtió en solo un comensal. También había comenzado a estudiar ciencia de datos para cambiar de rubro, pero tenía pocas energías para estudiar después del trabajo—curioso cómo ingresé en el rubro de informática de todas formas. Solía sentarme en silencio a leer en mi balcón cada noche, pero acá en el pueblo lo reemplacé por el sillón en el patio. Las caminatas por la ciudad me gustaban por ese hermoso aroma a lo extranjero, que fue reemplazado por un vaho denso de memorias.

En este tiempo también fui testigo de cómo muchos de mis amigos lograron algún “salto”. Un embarazo, varias graduaciones, el primer trabajo bien pago en su área, el pasaporte extranjero. Las parejas se afirmaron, las horas libres se achicaron, las salidas se extrañaron. Algunos se fueron a otras ciudades, o a otro país. Llega el atardecer, se saca la foto, y cada vez más gente está fuera del cuadro.

Lo que mejor me salió durante el año anterior, fue concentrarme en el hábito en lugar de la meta. Había logrado una rutina que me hacía bien, con la que me sentía libre. Pero en retrospectiva, había perdido el objetivo, por eso se sentía extraña la reflexión. Ya me demostré que puedo generar un hábito, y este año quiero demostrarme que puedo lograr metas.

El deseo es el mismo que antes: quiero descubrir algo que me guste más, ser más romántico, sentirme más lleno. La resolución es la misma que antes, porque la Tierra sigue en el mismo punto de su órbita. Pero el lugar de partida es diferente, porque el sol también se movió. Ahora está saliendo de nuevo, así que habrá que guardar la cámara por el momento. A ver qué aspecto tiene la foto, cuando llegue el día en diciembre.

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