Sigo dándole vueltas en la cabeza a esa frase que me dijo mamá, que nací bajo una estrella que me da suerte. Me pregunto si creer que uno tiene suerte es suficiente para que le pasen lindas cosas, o si declarar tener suerte es en realidad la consecuencia de ser verdaderamente afortunado en esa etapa de la vida.
Me pasó con muchas cosas. Tener un primer ingreso fue simple, comencé cuando me recibí, facilitado por la universidad. Encontrar un trabajo completo demoró un poco más, pero tenía una opción alternativa, por si justamente me faltaba suerte. Cuando me tuve que venir a trabajar, encontré alojamiento en una pensión, donde justo alguien iba a liberar una cama el día que me quería mudar. Y ahora, justo encontré un aviso de departamento el mismo día que lo publicaron, que es una bendición cuando hay tanta escasez de alquileres.
No sé si puedo decir que tuve una vida simple, ni tomé siempre buenas decisiones, pero sí que siento hace bastante que el balance siempre es positivo. Ahora de vez en cuando ataca la tristeza, pero aprendo a disfrutarla como símbolo de que aquello que dejo fue muy importante. Me consuela saber, profundo dentro mío, que ese día en que acepté el desafío, subí un escalón más en la pirámide del desarrollo personal.
Así que ahora duermo mi primera noche en una pensión, con un nuevo trabajo, en una nueva ciudad, lejos de todo pero a la vez cerca.
Bueno, duermo a partir de ahora, quiero decir. Good night.