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Manuscritos y la austeridad mental

A notebook with dry leaves on top, and a tea mug next to it

El otro día se me ocurrió buscar en internet consejos para comenzar una buena rutina de escritura como principiante. Me llamó la atención un video que analizaba la costumbre de Neil Gaiman: escribir a mano, en un lugar sin distracciones, donde solo está permitido o bien escribir, o bien hacer absolutamente nada. La premisa era que hacer nada es aburrido, así que uno termina escribiendo y pronto se vuelve natural.

La creadora del video concluyó que esta técnica se adaptaba bien a un primer borrador, pero no era muy práctico para refinar un texto ya formulado. Yo estaba de acuerdo en teoría, pero quise intentarlo antes de darlo como válido. Así que me senté en el balcón con mi cuaderno y mi lapicera, y me pasaron dos cosas.

La primera fue descubrir el tamaño del torbellino de pensamientos que uno entiende por una mente normal. Fue una sorpresa a pesar de ser obvio, porque aunque somos capaces de mantener la atención en cuatro líneas paralelas, la mano es demasiado lenta para reflejarlo en la hoja. Así que toca elegir solo una y descartar lo que no se está escribiendo.

La segunda fue que a pesar de disfrutar la paz de focalizarme solo en lo escrito, los primeros minutos sentí además angustia. Esto no es sostenible, pensaba, voy a perder mucho tiempo transcribiendo todo en la PC. ¿Qué pasa si estoy en otro lugar y quiero mirar lo que escribí? ¿Y si se me pierde una idea interesante?

Esto no me ocurre exclusivamente al escribir. En realidad, con frecuencia un momento de aburrimiento despierta mi curiosidad y borra de la mente lo que estoy haciendo. Caigo en un sendero de exploración que dura varios minutos, o incluso horas. Acumulo en internet notas relacionadas para profundizar más adelante, o peor, software relacionado que descargué y quiero guardar por si acaso.

Por eso me intrigó esta experiencia de escribir a mano. La esencia es entender que no es necesario actuar sobre todo lo que pienso. La mayoría de mis ideas son prescindibles y conviene no enamorarse de la primera versión, en especial cuando estoy descubriendo lo que quiero decir a medida que lo escribo.

Volviendo sobre el tema central, concuerdo con el video en que escribir a mano no es la solución a todo. Se producen pocas palabras por minuto y si se cansa la mano, hay que abandonar y hacer nada. Pero hacer nada también es significativo, y probablemente explica por qué los manuscritos liberan tanto la imaginación. Las ideas que surgen son más amplias, las palabras más creativas, que cuando tipeo en velocidad.

Pero no es solo eso, también me pareció lindo probar de escribir a mano. Se siente un poco como los típicos personajes de películas que representan “espíritus libres”, los que no reflexionan mucho antes de actuar y siempre te sorprenden. Me gustó poder lograr que la vida se sintiera así en un día normal.

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